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Noviembre 2018
Pablo, con los ojos
casi cerrados, entrevé un cojín conocido, templado,
amable, y se abalanza sobre él apoyándose con confianza,
dejando caer la cabeza, y durmiéndose al instante.
Margarita lo ve
tumbado en el suelo y al captar su expresión plácida y
su bienestar manifiesto, confía a su vez en el lugarcito
seguro y confortable que su compañero ha elegido para
descansar un rato.
Los dos duermen a un
ritmo acompasado y tranquilo. Les da igual que el
colchón que los acoge sea el puro suelo de la clase,
porque lo más importante ya está preservado: sentirse
acompañados, cobijados y calientes en esta escuela que
no es su casa, pero lo parece. Con esta maestra que no
es su madre, pero lo parece. Con estos niños que no son
sus hermanos, pero lo parecen. Envueltos en este aire
tierno que no es el de su familia, pero lo parece.
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