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Enero 2019
Priscila se mira
con toda la atención puesta en el descubrimiento de ser
ella misma, de ser así como es, de estar, de sentirse.
Con su mano regordeta sujeta firmemente el instrumento
maravilloso que le permite mirarse como los demás la
miran. Y lo hace con mesura, con profundidad, con calma.
El momento es
importante. Hasta hace bien poco sólo tenía sospechas,
impresiones repetidas aún sin confirmar. Sin embargo hoy
parece haber llegado a entenderlo, hoy pone cara de
estar sacando conclusiones, hoy sus ojos serenos y su
boca fruncida inician un reconocimiento.
-¡Soy yo, soy yo!
La que mis padres quieren tanto, la que mi familia acoge
y jalea, la que mis vecinos llaman por el balcón, la que
juega, la que camina, la que ríe, la que come, la que
habla, la que canturrea. Soy yo… Priscila.
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