VIVITO Y COLEANDO: Esta sección está
destinada a albergar cosas del sentir y del
pensar: mis poesías, ensayos, apuntes, notas,
trabajos, etc. Y se intenta renovar
periódicamente.
Abril
2021
Los remiendos de Naruto
El amor por Naruto y su
gloriosa estirpe de ídolos de ojos inclinados es
un fenómeno que crece por momentos y que cada
vez es más adictivo y “atrapador” para los
adolescentes y preadolescentes de hoy, aunque
también para bastantes adultos.
Quizás por ser orientales,
o sea, desconocidos, insondables, lejanos.
Quizás por estar revestidos de unas cualidades
de semihéroes, de poderosos luchadores, de
genios invencibles. Quizás porque se apartan tan
bruscamente de lo cotidiano y lo familiar, que
hacen sentir que al contemplarlos, se sale uno
de la realidad diaria y queda inmerso en una
lujosa aventura. Quizás porque sus creadores
saben venderlos muy bien.
Este cómic, cuya trama creó
Kishimoto y que fue ilustrada por Ikemoto, se
presenta con una estética muy característica,
con algunos puntos de belleza ahogados en
estereotipos. Y como ocurre con otros fenómenos
parecidos, procuran extender el interés
provocado a otros elementos, el conjunto de los
cuales produce grandes beneficios al
“negocio-fenómeno Naruto”: once películas,
cómics semanales, la propia serie con miles de
capítulos, y, claro está: ropa, bolsos,
cuadernos, juegos, cajas, etc.
El lenguaje utilizado es
diferente al habitual, con palabras desconocidas
y especiales, nombres que requieren fidelidad
para ser retenidos y una simbología muy
particular, que genera entre los iniciados una
especie de argot, que conforma un ambiente y
acentúa la sensación vincular y de pertenencia
en los grupos de niños y jóvenes que frecuentan
la serie o la revista.
El contenido es lo que
menos claro queda entre tanto ninja y tanta
hojarasca oriental. Parece que Naruto y su
equipo buscan liderar un grupo, abogando
supuestamente por la la justicia, pero para
lograrlo, hay luchas continuas contra los
paladines del mal, abundancia de superpoderes e
incluso algún que otro monstruo. Le he pedido a
mi nieto de once años que me dijera de qué trata
la serie de Naruto y me ha hecho un resumen de
lo más conciso:
-“De ninjas y de luchas”.
¿Nada más?, he insistido. “Bueno, sí, pasan
muchas cosas, pero todas son parecidas: ataques,
peleas, poderes.”
La propuesta es guerrera,
lo que facilita que a los jóvenes espectadores
de esta serie les sea fácil identificarse con
los protagonistas, que, además de ser jóvenes
como ellos, son fuertes, bellos, veloces,
inteligentes y tienen unos extraordinarios
superpoderes que les permiten vencer y unas
habilidades para la lucha que los hacen
envidiables.
En los cuentos populares,
en los mitos y en las leyendas también hay
personajes atractivos a los que desear
parecerse. Y estas identificaciones son
importantes para la construcción de la
personalidad, ya que son como una especie de
“enamoramiento” de las características de otros,
con las que se aprende a elegir maneras, a
decantarse por el modo de ser que más nos gusta,
a conocer experiencias, a saber de otros. La
diferencia está en que los personajes de los
cuentos suelen aportar valores como: el respeto,
la protección, el esfuerzo, la ayuda, la
valentía, la perseverancia y demás cualidades
que guían hacia el bien y la concordia, dando
pistas humanizadoras y pacíficas. Y lo que
propone la serie de Naruto es: la lucha a
ultranza, el dominio, el desprecio de la
debilidad de otros y la ignorancia de las
personas.
Y es que los creadores de
Naruto, con su técnica eficaz y su estudio del
mercado joven, no solo han sabido poner de moda
un estilo, una historia de fantasía y un ritmo
vertiginoso, sino también unos mensajes de fondo
que giran en torno a la competición, la
violencia y el control, aunque en apariencia la
acción se centre en un equipo y en la amistad
entre sus miembros.
El caso es que si los
jóvenes y los niños ven estas películas
regularmente, hay un peligro de
despersonalización y encallecimiento de la
sensibilidad casi inevitables. Se acostumbran
tanto a ver luchas y confrontaciones, que apenas
les dan importancia. Y aquí los adultos entramos
en una contradicción: por un lado hablamos a los
niño y niñas de respetar a los demás y de no
atacarlos, y por otro les permitimos que
sucumban ante la fascinación de unas películas
que lo que sugieren es justamente lo contrario.
Es como si delante de Naruto y demás familia,
miráramos hacia otro lado, dejando a los niños a
merced de estos nuevos oráculos, que parecen
entretenimientos, pero que lo que hacen es
influir negativamente en su manera de concebir
las relaciones entre las personas.
Por razones de experiencia
los adultos vemos al trasluz bastantes de los
remiendos de Naruto. Remiendos que hablan de
alienación, de insensibilidad, de dureza, de
violencia, de cosificación de las personas, de
control y de dinero. Pero los jóvenes no
perciben remiendo alguno. Ellos están en un
momento en el que se ponen en cuestión las
figuras familiares, se desea huir de lo
conocido, se necesita al grupo de iguales, se
busca definir la identidad, se idealiza el
éxito…, así que estos modelos de identificación
que funcionan con contravalores, les atraen
irresistiblemente.
Y como el negocio va
ampliando su radio de influencia, ya hay muchos
niños pequeños que de mayores quieren ser
Narutos, hacerse ninjas y hablar japonés. Lo
cual marca época, tendencia y preocupación.
Estemos alerta y no dejemos a nuestros niños y
jóvenes a merced de los móviles, los ordenadores
o la televisión. Detrás de cada pantalla hay un
seductor Naruto que puede convencerlos de que la
violencia es la sal de la vida.
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